En junio de 1936 Max Hahn y su esposa Emma estaban en un paseo al lado de una cascada cerca de Londres, Texas, cuando se percataron de una roca con un trozo de madera que sobresalía de ella de forma muy curiosa. Decidieron tomar la rareza y llevarla a casa; Más tarde la abrieron con un martillo y un cincel. Lo que encontraron dentro terminó conmocionado a la comunidad arqueológica y científica. Incrustado en la roca, había un martillo.
Un equipo de arqueólogos analizó éste descubrimiento y los estudios fecharon la roca que encierra el martillo en más de 400 millones de años. El martillo en sí resultó tener 500 millones de años en el estudio de carbono 14. Además, una sección del mango de madera había comenzado la metamorfosis en carbón. La cabeza del martillo, hecha en más de su 96% de hierro, es mucho más pura de lo que la misma naturaleza podría haber logrado sin la ayuda de métodos de fusión relativamente modernos.
En octubre de 1900, Elias Stadiatos, un recolector de esponjas, buceaba en la isla Anticitera, al norte de Creta (Grecia), cuando bajo el agua encontró lo que describió como un montón de cadáveres y caballos. Regresó a la superficie pensando que el exceso de dióxido de carbono lo estaba haciendo alucinar. Lo que Stadiatos no sabía era que en rigor se topó con el naufragio de un barco romano que transportaba cientos de piezas griegas del siglo III a.C. Una posterior expedición científica dio con el más importante tesoro hundido: un enigmático artilugio cuya complejidad parecía escapar al entendimiento de la mentes más brillantes de la época.
Hace un siglo, una computadora llamada el mecanismo Antikythera o «Anticitera», fue descubierto en un barco hundido frente a la costa griega, más precisamente cerca de la isla griega de Anticitera y a ello le debe su nombre. Su alto equipo de discos rotantes de bronce es tan complejo que no pueden ser replicados hasta la fecha y nadie puede entender cómo funciona.
Recientemente, científicos del Reino Unido, Grecia y de los Estados Unidos usaron un T.A.C. escáner de alta resolución para observar uno de sus modelos. Los científicos hicieron un análisis mas profundo: el mecanismo Antikythera puede sumar, restar, computar y explicar astrofísica, con respecto a la luna y la posición de los planetas. Tiene un disco de calibración y podría ser capaz de predecir eclipses solares o lunares.
Recientemente, en el año 2010, el grupo de Tacoma-Quilmes, integrado por James Evans y Alan Thorndike de la Universidad de Puget Sound (Tacoma, Estados Unidos) y Christián C. Carman de la Universidad Nacional de Quilmes ha hecho importantes contribuciones. En primer lugar, ha descifrado cómo el mecanismo reflejaba la anomalía solar. Y, en segundo, propusieron una novedosa forma en que se mostrarían los movimientos planetarios. Según ellos, el mecanismo no mostraría su posición en el zodíaco, sino ciertos eventos importantes para los astrónomos (como el comienzo o fin de una retrogradación, la ocultación, etc)
En la actualidad se cree que éste misterioso artefacto pudo haber sido usado en el segundo siglo A.C. Y que posiblemente haya sido la primera calculadora de la historia.
El naufragio podría contener nuevos misterios.
El antiguo barco romano naufragó hacia el año 60 A.C. y fue descubierto en el año 1901. Una época en la que los buzos no tenían la tecnología necesaria para el rastreo a fondo de la gran embarcación. De hecho, una reciente investigación aseguró que el barco es el doble de grande de lo que se pensaba llegando a medir unos 160 metros de largo.
Un equipo de buceo especializado retornó al lugar en un submarino después de más de 100 años y logró divisar otras piezas de bronce en distintos lugares del abandonado naufragio. Aunque todavía se sabe con seguridad de que tipo de objetos se trata, ya que al igual que el mecanismo de Antikythera, se encuentran oxidados por las condiciones ambientales en la que se encuentran. Podría tratarse de simples clavos de bronce o de otro tipo de máquinas antiguas, similares a la ya enigmática calculadora de Antikythera.
El proyecto de investigación cuenta con dos años de financiación y se mantendrá trabajando, mientras que una conocida cadena de televisión ya adquirió los derechos para televisar en un documental, los avances de la investigación.