Investigación en el naufragio de Anticitera para buscar nuevos artefactos misteriosos

En octubre de 1900, Elias Stadiatos, un recolector de esponjas, buceaba en la isla Anticitera, al norte de Creta (Grecia), cuando bajo el agua encontró lo que describió como un montón de cadáveres y caballos. Regresó a la superficie pensando que el exceso de dióxido de carbono lo estaba haciendo alucinar. Lo que Stadiatos no sabía era que en rigor se topó con el naufragio de un barco romano que transportaba cientos de piezas griegas del siglo III a.C. Una posterior expedición científica dio con el más importante tesoro hundido: un enigmático artilugio cuya complejidad parecía escapar al entendimiento de la mentes más brillantes de la época.

Conocido como el mecanismo de Anticitera, las décadas de estudio sobre el objeto llevaron a los científicos a descifrar su funcionalidad y concluir que se trataba de una calculadora mecánica antigua de bronce diseñada para prever la posición del Sol, la Luna, y algunos planetas, permitiendo predecir eclipses.

Los arqueólogos sospechan que el naufragio de Anticitera podría esconder más secretos; sin embargo, lo inaccesible de la zona, incluso para submarinos remotos, ha mantenido al lugar prácticamente virgen. El navío está ubicado a una profundidad abismal de 120 metros, lo cual ya ha resultado en la muerte de un buzo y varios casos de síndrome de descompresión. Subsecuentes intentos llevados a cabo en fechas relativamente recientes, han conducido a nuevos descubrimientos que llevaron a algunos investigadores a especular con la posibilidad que haya más de un barco hundido allí.

No obstante, debido a las limitaciones anteriormente mencionadas, fue imposible confirmar dicha posibilidad. Ahora, de acuerdo a un reporte de New Scientist, arqueólogos marinos del Museo Americano de Historia Natural han encontrado una solución al problema: un exotraje de alta tecnología. Tal como si fuera el traje de Iron Man, permitirá a los buzos descender de forma segura y durante varias horas a una profundidad de hasta 300 metros y sin la necesidad de una posterior descompresión al regresar a la superficie.

El exotraje, hecho mayormente de aluminio, funciona como un submarino individual. Está equipado con propulsores de 1.6 caballos de fuerza, un sistema de reabastecimiento de aire, luces LED, y cámaras. Además se conecta a la superficie por medio de una fibra óptica gigabit Ethernet, lo cual permitirá una fluida comunicacion con los buzos, un feed de video en vivo, y monitoreo constante del traje y su portador.

Brendan Foley, arqueólogo marino del Instituto Oceanográfico de Woods Hole (EE.UU.), está convencido que el naufragio de Anticitera esconde más tesoros y que este nuevo traje será de gran ayuda para encontrarlos. “Tenemos pies, brazos y la cresta del casco de un guerrero de las estatuas recuperadas en 1900 — quizás tengamos suerte y hallemos el resto de ellas. Pero para mi, el mecanismo es lo que distingue a este naufragio de otros. Son las preguntas que se generan acerca de la verdadera historia de la ciencia y la tecnología, las que disparan mi imaginación”, concluyó Foley.

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