Desde los albores de la prehistoria humana, la naturaleza ha sorprendido gratamente a nuestros ancestros con el jugo de las uvas fermentadas y convertidas en vino, la factura de un mejor pan, de la fabricación de un delicioso queso, o más cercano a nosotros de específicos yogures como de numerosos otros comestibles generadores de industrias de muy largo historial.
Hoy se sabe que en estos productos intervienen microorganismos, generalmente hongos simples o bacterias de tendencias simbióticas – que son pequeñísimos seres unicelulares – cuyos productos de su sinergia son útiles para nuestra vida diaria, nuestra ingesta y nuestro metabolismo.
Hay un gran número de especies de esta microflora y fauna, que intervienen en muchos procesos biológicos, en gran medida cercanos a nosotros, por sus consecuencias «benignas o malignas», ya que hay especies – por desgracia muy numerosas – causantes de enfermedades, muchas mortales y que en la antigüedad llegaron a poner en entredicho la supervivencia de nuestra especie humana.
Estas industrias primigenias, conocidas desde hace añares – tal que se la mencionan ya en los Testamentos Bíblicos – constituyen los primeros logros de la biotecnología tradicional.
No solo se usaron las enzimas microbianas para producir comestibles, sino para producir procesos industriales orientados hacia otros fines como, por ejemplo realizar el «enriado» de las fibras del algodón y del lino (separación), la hechura de la pasta del papel, operación harto olorosa, y de la fabricación de los remedios farmacéuticos «naturales».
O sea, en estos procesos ingerimos, utilizamos el producto metabólico de los microorganismos y también nos comemos muchas veces a los mismos microorganismos vivos o muertos.
Hay cosas de este tenor que se realizan en la naturaleza desde siempre – aunque hace muy poco que fueron descubiertos sus íntimos mecanismos y sus factores reaccionantes, como por ejemplo: Los vacunos, como todos los rumiantes, ingieren pasto y otros vegetales y en época de carencias, cortezas y hasta papel, pero en realidad, solo algunos de los componentes de estas sustancias son aprovechadas directamente por esta especie, en tanto que las bacterias que habitan normalmente el rumen son las encargadas de metabolizar el amoníaco del metabolismo del rumiante, en la unión de otras sustancias presentes en el rumen en aminoácidos y proteínas constituyendo su plasticidad, con la energía proveniente de los glúcidos del pasto disponible a los que degradan – o del papel o de la madera – y que pasarán disueltos al resto del tracto digestivo de estos animales, que lo utilizarán para sus necesidades metabólicas.
Que se entienda bien, la vaca se come a las bacterias (en esencia proteína) y nosotros nos comemos a la vaca en un soberbio pedazo de asado, constituyendo una cadena alimenticia de las tantas que existen en la naturaleza.
Muchos mamíferos (Como muchas otras especies vivientes) tienen en el tracto digestivo bacterias simbiontes que les permiten degradar a la celulosa hasta azúcares simples, aprovechables metabolitamente – siendo nuestro humano caso la excepción – pero en cambio, poseemos flora intestinal simbiótica que realiza la síntesis de sustancias inmunológicas o necesarias en nuestro medio interno, por ejemplo : las vitaminas del grupo B.
El cultivo de las leguminosas: alfalfa, porotos, habas, soja, etc. tiene una particularidad, estas especies tienen unos nódulos en las raíces en donde viven bacterias simbióticas que tienen la capacidad de fijar el nitrógeno atmosférico y ponerlo a disposición de los vegetales, directamente o por la incorporación de los residuos de las plantas al suelo, o sea que al contrario de otros cultivos que disminuyen la cantidad de nitrógeno, fósforo y potasio, las leguminosas solo lo hacen en lo referente al fósforo y al potasio, lo cual es una ventaja enorme. Nuestros suelos tienen una gran disponibilidad de potasio, así que nuestras tierras nos ahorran otro problema. El cultivo de leguminosas es la cultura de impacto más «suave» con respecto a la disponibilidad de nutrientes en la explotación agrícola.
Con la ayuda de la Genética – muy resistida y por años olvidada rama de la ciencia que descubriera el sacerdote austriaco Gregorio Mendel – se han realizado importantísimos hallazgos: En la ciencia farmacéutica ha permitido en unión con la microbiología, la evolución de antibióticos parcialmente modificados en su estructura «natural»,como otros productos, cada vez más eficientes, y en los estudios agronómicos permitió que características interesantes de ciertas especies, fueran transmitidas a otras, no ya por simples fecundaciones forzadas ni por simples injertos – sus complejidades químicas no son tan simples pues muchas de las características están regladas por factores citoplasmáticos muy elusivos – sino de la transferencia de genes de núcleos celulares de unas especies a otras.
Esto implica técnicas de caracterización genética y técnicas de transferencia que asombran por lo ingeniosas y dan cuenta del trabajo metódico y extraordinario de mentes brillantes.
Es así que se consigue elaborar insulina humana a partir del metabolismo bacterial, lograr el auténtico «cuajo» artificial, aprovechando el trabajo bacterial para elaborar la enzima quimosina pura, reemplazando con ventajas bromatológicas al cuajo vacuno y al pulverizado en la fabricación de todo tipo de quesos. (El cuajo es uno de los estómagos de los rumiantes que producen a la enzima que «corta» la leche).
En Agronomía, las entidades científicas públicas y privadas, desde siempre han investigado las formas de mejorar los cultivos, siempre con vistas a crear más alimentos, que los cultivos se adaptaran cada vez a diferentes condiciones, que aprovecharan tierras marginales extendiendo la frontera agrícola, producir siempre más, aprovechando mejor los insumos que presentan los diferentes suelos, resistencia superior a la sequía, a las enfermedades, con menores necesidades de insecticidas y abonos.
En fin, características «bondadosas» para nuestra especie y su sustentabilidad.
Los laboratorios públicos se encargan de controlar todos los parámetros sobre posibles efectos secundarios y solo se usan los logros que demuestran total inocuidad.
Todavía, solo son usados comercialmente los de la primera tecnología, con modificaciones de uno o dos genes, para dar mayor producción, en soja, resistencia al herbicida glifosfato, en el maíz, mayor resistencia al ataque de insectos, en el tomate, mayor período de «frescura» comercial, al zapallo (resistente a enfermedades originarias por virus), etc. De esta forma se evitan utilizar más herbicidas e insecticidas para tener buenas cosechas.
Hay dos nuevas tecnologías, que recién se han aplicado comercialmente: Arroces con alto contenido de vitamina A, maíz con alta cantidad del aminoácido lisina, maní hipoalergénico, etc., la otra es la fabricación con altísima tecnología de productos farmacéuticos, veterinarios e industriales, necesarios para un nuevo avance en el control de enfermedades y la obtención de productos industriales específicos.
En el mundo se cultivan unas 250 millones de hectáreas de cultivos transgénicos de primera generación; de los veinte países que los cultivan pertenecen a USA unos 53%, a la Argentina un 22%, Canadá 7%, Brasil 6% ( es muy posible que sea mayor la superficie , por motivos políticos los datos tal vez no son fidedignos), China 6%, Paraguay2%, India 2%,Sudáfrica1%, el resto menos del 1%.
Los productos transgénicos que se cultivan en el Mundo deben ser aceptados por diversas entidades. En la Argentina han pasado por la aprobación de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación. Con la ayuda de tres organismos asesores técnicos.
Una es la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (Para estudiar el impacto de la introducción de estas especies en el ecosistema).
El siguiente control es el que brinda el Consejo Técnico Asesor sobre OGM del SENASA (organismo nacional de gran dedicación en el control de la salud animal y humana derivadas del consumo del cultivo de trans -génicos o sus productos).
Después de la aprobación de estos dos grupos técnicos el análisis pasa a la Dirección Nacional de Mercados Agroalimentarios, que estudia la forma de evitar impactos negativos en nuestras exportaciones.
El Estado Nacional, con sus equipos técnicos, asegura que se realicen los cultivos dentro de las normas internacionales seguras y el productor argentino se ha plegado a su cultivo porque estos productos trans-génicos, aparte de mayores rendimientos por hectárea y mayores oportunidades en la elección de las fechas de siembra y cosecha, le permiten reducir el uso de insecticidas tradicionales, de manejo y consecuencias siempre peligrosas.
Es notable que la organización «Green Peace», originalmente holandesa pero esencialmente inglesa, por su desarrollo mundial, nunca hable de este tema de los insecticidas, de fabricación generalmente europea, en especial británica, intereses que se verían disminuidos al usarse cada vez menos , lo que derrumbaría un gran negocio para nada inocuo y en cambio si hace hincapié en posibles problemas de salud, pero sin mostrar ningún estudio, porque no hay absolutamente nada en contra de estos cultivos, porque son inocuos.
Pronto, con la nueva generación transgénica se bajará la utilización de herbicidas y habrá un autocontrol mayor de enfermedades y plagas, que desde siempre han sido el azote de la humanidad y de las históricas hambrunas.
Desgraciadamente, el aumento del descreimiento en las nuevas tecnologías modernas en muchos países, está marcada por intereses diversos y en un todo de acuerdo al descenso de la instrucción pública en casi todos, de la cada vez mayor cantidad de carecientes que no asisten a la escuela primaria, la deserción en el secundario, la acomodación de los medios de información al consumidor promedio, -en otros- con la consecuente falta de formas de lograr diversos puntos de vista y tener fundamentos para sacar conclusiones válidas, es así que se crean «pensamientos colectivos o creencias aceptadas por mayorías» que por sus errores e imprecisiones nos harán descender a períodos históricos por siglos superados, que ya han llevado a grandes sectores de la población mundial a una vida miserable común en la primera época de la Edad Media.¡ Que Dios nos ayude!.
Si dejáramos de cultivar los trans-génicos, las existencias de cereales en general y de diversos animales de carne se desplomarían a tal nivel, que casi mil millones de almas no tendrían que comer. Nuestra ruina sería total
Depués de todo, los transgénicos no son tan malos como nos hace creer greenpeace.
No podemos jugar a ser dios (con minúscula) por que no lo somos, nos vanagloriamos por los decubrimientos (solo son descubrimientos) que realizamos, sin embargo no creemos y menos respetamos al verdadero CREADOR que ha impuesto leyes y principios sobre todas las cosas que El creó (Gen. 1 y 2). Porque no dar gracias a Dios de lo que tenemos y cuidar la pureza y sabiduría de su creación?, por que «jugando» con el ADN no sabemos las consecuencias exactas y el impacto que tendrá sobre el ecosistema y salúd humana. (Lev. 19:19)(Lev 18:26).
Y si hablamos de intereses económicos, porque no hablar de los derechos propietarios de los OGM y que por la acción de la propia naturaleza todo se volverá transgénico y nadie podrá sembrar libremente. (Sal 50:16).
El Dios vivo los bendiga.
jooooder con los cristianossssssssss
Felicito a Manlio, otra vez ha acertado, Green Peace, reconoce que los alimentos transgénicos son inocuos y necesarios para un mundo ávido de alimentos abundantes.
Espero que pronto haga un artículo sobre el tema.
Green Peace es aberrante.