La repentina muerte del faraón niño, como se suele llamar a Tutankhamón a pesar de que falleció con casi veinte años, supuso que su enterramiento se realizara con cierta premura. Acabó inhumado en una tumba que recientes investigaciones parecen estar demostrando que en realidad es mucho más grande de lo que parece. Los indicios apuntan a que podría ser el principio de un largo hipogeo real de finales de la XVIII dinastía. En realidad, la tumba de Tutankhamón se habría creado en parte anterior en la parte anterior de este gran hipogeo cegando el pasillo con un muro.
Con el ajuar funerario de este faraón se siguió con esta política de «reciclado», porque muchos de sus objetos presentan correcciones en el nombre que portan. Algunas veces se trata sólo del cambio desde el Tutankhatón con el que fue llamado nada más nacer al Tutankhamón que se puso al rechazar el culto atoniano y volver al culto tradicional. Pero en otras ocasiones se puede observar cómo los objetos fueron pasados a Tutankhamón borrando un nombre femenino y escribiendo encima el del soberano. Uno de ellos parece haber sido la máscara de oro del faraón.
Nicholas Reeves, de la Universidad de Arizona, ya había sugerido en el 2001 que en realidad la máscara de oro de Tutankhamón había sido creada para un personaje anterior y luego «rebautizada» borrando su nombre y escribiendo encima el de Tutankhamón. El personaje original sería Ankheperura Neferneferuatón, esposa de Akhenatón, más conocida como Nefertiti. A esta conclusión llegó al observar varios detalles de la máscara. El primero son los daños presentes en ella anteriores a su descubrimiento, como dos agujeros para pasar un hilo con el que sujetar el flagelo o lo que parecen las marcas de una caída en vertical en la parte protuberante derecha del tocado nemes.
Los añadidos posteriores
El segundo es que la parte del rostro de la máscara, no sólo presenta una aleación ligeramente diferente del resto, sino que además es una pieza separada, como lo son las orejas, el tocado, la barba y toda la parte posterior. Finalmente, el tercero y más determinante es que las orejas de la máscara están agujereadas para poder ponerle pendientes, y los faraones adultos nunca aparecen representados con pendientes. Todo esto, sumado a los cambios de nombre visibles en otros objetos del ajuar, llevó a Reeves a sugerir que la máscara, en un principio, no estuvo destinada a Tutankhamon, sino a Nefertiti. Una afirmación que ha podido confirmar recientemente.
El año pasado, la barba de la máscara resultó dañada cuando el personal del Museo Egipcio estaba limpiando su vitrina. La restauración terminó hace pocas semanas y cuando fue colocada otra vez en su vitrina con una nueva iluminación, que hacía que el cartucho del faraón quedara perfectamente legible. Fue el poder estudiarlo con detalle lo que proporcionó a Reeves la confirmación de su hipótesis, porque en él se aprecian restos de borrado y regrabado.
Con ayuda de Marc Gabolde y Ray Johson, Reeves pudo dar forma a las sutiles marcas apreciadas y confirmar que el nombre es nada menos que el de «Merneferkheperura», es decir, «Amado de Neferkheperura». Y como resulta que Neferkheperura es otro de los nombres de Akhenatón (la titulatura de los faraones egipcios constaba de cinco nombres), nos encontraríamos delante de un objeto destinado en un principio a la reina Nefertiti y añadido luego al ajuar de Tutankhamón. Algo que además parece casar a la perfección con la hipótesis de Reeves de que tras la pared norte de la tumba de este soberano nos espera la tumba de esta reina… ¿a la cual se saqueó su ajuar para incorporarlo al de Tutankhamón? Todo está por ver.