Uno de los métodos más habituales para desinfectar es utilizar cloro. Generalmente en forma de clorina, tal y como ocurre en piscinas o en el suministro de agua potable. Principalmente porque funciona muy bien. O al menos hasta ahora, ya que un equipo de investigación ha encontrado bacterias capaces de resistir a la clorina.
El modo en que funciona este desinfectante es bastante sencillo. Las proteínas, para poder funcionar correctamente, necesitan tener una forma determinada. No sólo importa la secuencia concreta de aminoácidos, también el plegado tridimensional.
Esta forma se ve afectada por muchos factores. Esto es lo que aprovechamos para desinfectar, ya que la clorina cambia la configuración de las proteínas y hace que colapsen. De esta manera impide su función, y si las proteínas no funcionan la célula se muere. Bien sean bacterias, algas, o células animales o vegetales.
De hecho, la clorina es tan efectiva que es un mecanismo habitual del sistema inmune. La gran mayoría de los animales somos capaces de generar clorina como mecanismo para defendernos de infecciones.
Pero a todo se adapta la naturaleza. Durante un experimento relacionado con el sistema inmune, los responsables del artículo se encontraron con que una cepa de una bacteria intestinal, Escherichia coli, era capaz de impedir que la clorina colapsase sus proteínas.
Lo que hace la bacteria es generar otra proteína, a la que han llamado RidA, que sirve como “andamiaje” de otros péptidos. Se une a ellos y los mantiene en su forma, aunque el entorno esté lleno de clorina. En términos técnicos, las proteínas que se comportan así se denominan chaperonas.
Pero, si sólo se ha encontrado una cepa – una variante, ni siquiera una especie – capaz de resistir el efecto de la clorina, ¿por qué se habla de que las bacterias, en general, están aprendiendo a defenderse?
Entre los procariotas – los organismos sin núcleo celular, de las que las bacterias son el grupo principal – tienen la mala costumbre de pasarse genes de unos a otros. No como lo solemos entender, de “padres” a “hijos” – si un concepto así se puede usar en bacterias – sino entre individuos de la misma generación. Y entre especies.
Es la llamada transferencia horizontal de genes, y es uno de los motivos por el que las bacterias consiguen resistencia a los antibióticos, por ejemplo. Pero no sólo eso, también se “intercambian” nuevas capacidades, como la síntesis de RidA.
Eso sí, se trata de un proceso lento en términos de población. Es decir, que desde que un gen así aparece hasta que se hace presente y frecuente en la misma especie pasa mucho tiempo. Miles, o incluso cientos de miles de años. Y esto dentro de la misma especie.
Así que, de momento, no parece que haga falta preocuparse, pero sí empezar a buscar alternativas.