Mitos: Los Gatos… Siempre caen parados?

Hay una creencia popular de que los gatos siempre caen de pie. Si bien esto es cierto en la mayoría de ocasiones, a veces algo sale mal. Hace unas semanas un gato temerario sorprendió a los guayaquileños tras caer de una altura de casi ocho metros sobre su espalda. Se levantó como si nada y siguió su camino para esconderse de las cámaras de los transeúntes.

También se dice que los felinos tienen siete vidas, otros les otorgan incluso nueve. ¿De dónde sale esta teoría? Una de las características innegables de estos animales es su resistencia y agilidad. Pueden salir librados de situaciones que otros difícilmente superarían. Sí, es verdad, un perro seguramente no se subiría a la copa de un árbol de ocho metros y luego saltaría, pero no vamos a discutir eso ahora.

Antiguamente los gatos eran venerados en Egipto y se creía que tenían poderes sobrenaturales. El mito de las nueve o siete vidas recae sobre la habilidad de los mininos de caer ‘siempre’ sobre sus patas. Pero, ¿qué tan cierto es esto? En un estudio realizado por veterinarios de la ciudad de Nueva York, en 1987, se encontró que el 90% de los gatos que cayeron de alturas de entre 2 y 32 pisos sobrevivieron. ¿Sorprendido? No es todo. La mayor mortalidad no se produjo en las alturas superiores, sino alrededor del piso siete.

Primero un análisis de la caída. El reflejo de enderezamiento es la habilidad que tienen los felinos de aterrizar sobre sus patas sin herirse. Esto se debe a su columna vertebral flexible y una clavícula flotante. Cuando el gato comienza a caer patas arriba, se desencadena una reacción física que inicia con el giro de la cabeza y posterior rotación del cuerpo, pero no es tan simple. Interviene el sistema vestibular (en el oído) y se aprovecha un principio de la física, explica el estudio de la Asociación Americana de Medicina Veterinaria.

La primera reacción ocurre en el oído del animal. Este órgano se encarga de ayudar a los mamíferos a mantener el equilibrio, detectando el centro de gravedad. En el caso de los gatos, este sistema reacciona en menos de una décima de segundo. Aquí es donde entra la ciencia. Hay un principio llamado ley de conservación del momento angular. Este concepto indica que un cuerpo rígido tiene resistencia a girar sobre un eje. En el caso de un gato que cae, la velocidad de rotación es 0. Para cambiar esto, el gato arquea la columna, estira las patas traseras y retrae las delanteras. Luego retrae las traseras y estira las delanteras, lo que le permite rotar y ubicarse en la posición correcta.

Si bien son seres especiales con capacidades extraordinarias, no siempre salen ilesos. En ocasiones pueden calcular mal o si no tienen suficiente altura para hacer la maniobra. A veces pueden incluso morir por el impacto. Si están dormidos o distraídos, su capacidad de reacción también disminuye, lo que puede causar fracturas graves.

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