Al igual que la mayoría de las personas que se inscribieron para la cacería oficial del pitón birmano de la Florida a fines del año pasado, Mark Rubinstein navegó un par de veces en el parque nacional de los Everglades sin ver una sola de las elusivas serpientes.
En la tierra que cubría un dique, ubicado unos 16 kilómetros (10 millas) en el interior del pantanal del extremo sur de la Florida, Rubinstein encontró un pendiente de oro con zafiros en forma de cruz dentro de un círculo de diamantes. Un extremo del medallón del tamaño de una moneda de un centavo estaba deformado.
Literalmente, pudo haber caído del cielo. Rubinstein cazaba en el área donde se precipitaron dos aviones: el Vuelo 401 de la aerolínea Eastern procedente de Nueva York que se aprestaba a aterrizar en Miami en 1972 y el 592 de la línea ValueJet con rumbo a Atlanta que se incendió poco después de despegar de Miami en 1996.
Rubinstein espera devolver la joya a sus propietarios.
«Tenemos que contactar a la familia de ser posible», dijo la semana pasada.
Los 104 pasajeros y cinco tripulantes del ValueJet murieron. El vuelo de Eastern llevaba 163 pasajeros y 13 tripulantes. Sobrevivieron 77 personas, gracias en parte a un residente de la ciudad de Homestead que cazaba ranas en su bote esa noche. Fue rescatando sobrevivientes y apuntó con su foco delantero hacia el cielo para que los helicópteros de rescate llegaran al lugar.
El pasajero Ron Infantino, del Vuelo 401, pasó cinco horas atascado entre escombros en el agua y la vegetación, aferrado al posabrazos del que fue su asiento en el avión. El impacto lo dejó desnudo, excepto por los elásticos de sus calcetines. El cadáver de la mujer a la que había desposado veinte días atrás, Lilly, apareció dos días después.
Cuando vio la foto del pendiente de Rubinstein pensó en su esposa, pero resultó que ella no había sido la propietaria.
Rubinstein llevó el pendiente a Robert Moorman, propietario de la joyería Carroll en Fort Lauderdale. Moorman determinó que es una pieza fabricada a mano de 18 ó 22 quilates, probablemente del siglo XIX o fines del XVIII.
Si nunca halla a su propietario, Rubinstein planea donarlo a un museo o a la arquidiócesis de Miami.