La ardua tarea de enviar una nave al espacio supone analizar miles y miles de datos y parámetros, utilizando superordenadores para realizar innumerables cálculos con el objetivo de conseguir una precisión exacta. El Universo es una inmensa mesa de billar en la que las bolas se encuentran a distancias enormes moviéndose además a velocidades vertiginosas. En todo este proceso, el más mínimo error puede dar al traste con muchos años de trabajo.
Sin embargo enviar una misión espacial desde la Tierra hasta un planeta del sistema solar no es tan fácil como podríamos pensar. Para alcanzar cuerpos planetarios lejanos necesitamos una carga de combustible demasiado alta y los ingenieros espaciales deben aprovechar las carambolas cósmicas que la gravedad les ofrece.
Sin estas maniobras de asistencia gravitatoria las misiones espaciales a muchos planetas hubieran sido virtualmente imposibles. ¿En qué consisten? Bueno, en este caso, explicarlas es mucho más sencillo que realizarlas puesto que a grandes rasgos tan solo se trata de aprovechar la gravedad de satélites o planetas bien para disminuir la velocidad de una nave espacial o bien para relanzarla hacia su destino.
Se llevan utilizando desde la década de los ’70 cuando los técnicos de la NASA utilizaron por primera vez la gravedad de Venus, curiosamente no para empujar sino para frenar la sonda Mariner 10 en su camino hacia Mercurio.
El ejemplo más alucinante de estas maniobras es sin duda alguna la misión interplanetaria de las Voyager 1 y 2, lanzadas en el año 1977 y que aprovecharon un poco frecuente alineamiento planetario que permitió utilizar el tirón gravitatorio de, no uno, sino dos planetas (primero Júpiter y después Saturno) para conseguir su impresionante viaje hacia las profundidades del Sistema Solar.
La sonda Galileo por su parte, supuso ya la perfección en el manejo de estas maniobras de asistencia gravitatoria puesto que se aprovechó del empuje de varias lunas y planetas para llegar a Júpiter. Incluso llegó a orbitar la Tierra utilizando nuestra propia gravedad para adquirir velocidad antes de emprender su vuelo hacia el gigante gaseoso.
Si lo piensan es una gran idea… ahorrar combustible aprovechando los empujones que tanto la gravedad de la Tierra como la de otros planetas regalan a las naves en su camino por el espacio. Incluso si las bolas de billar están debidamente alineadas, moviéndose en la dirección y velocidad adecuadas, los ingenieros espaciales pueden realizar algunas carambolas cósmicas realmente fascinantes.
Pero algo no cuadra…
En todos estos cálculos exactos, en estas increíblemente precisas operaciones, se encuentra oculto un misterio que tiene sorprendidos, desde principios de los años ’90, a todos los ingenieros aeroespaciales que se han enfrentado a él. Los técnicos se refieren a él como “las anomalías en el sobrevuelo” y lleva ocurriendo desde hace décadas.
Y es que resulta que en sus aproximaciones a nuestro planeta, algunas sondas experimentan inesperados cambios de velocidad que ningún astrofísico ha podido explicar hasta el momento y que no se ajustan a los precisos cálculos realizados por nuestras potentes computadoras.
Son variaciones pequeñas en la velocidad de la nave espacial durante el sobrevuelo por la Tierra. Pequeñas pero importantes porque pueden llevar al fracaso una misión que ha costado años de trabajo y millones de dólares de presupuesto.
Además, y para complicarlo aún más, estas anomalías no ocurren siempre.
“Lo que sucede en estos encuentros gravitatorios es un misterio total” declaraba intrigado Trevor Morley, el responsable de la dinámica de vuelo de la misión Rosetta se encontraba perplejo tras analizar los datos de radiometría, puesto que la sonda realizó dos aproximaciones gravitatorias a la Tierra. La primera, en 2005 presentó anomalías en la velocidad de sobrevuelo, y sin embargo, en su segunda aproximación en 2007 todo se ajustó a lo previsto…
Las variaciones aparecen y desaparecen sin tener aún ninguna explicación.
Se han realizado innumerables estudios que arrojan soluciones dispares que aún no han podido confirmarse. Desde efectos de las mareas de los océanos, datos no observados de rozamiento en la atmósfera, hasta la influencia de aspectos aún poco conocidos como la materia oscura, la energía oscura e incluso algunos artículos más arriesgados apuntan a errores aún no detectados en la Teoría General de la Relatividad…
El pasado 09 de octubre la Agencia Espacial Europea publicaba un artículo titulado “ESA y NASA perplejos ante un misterio cósmico” volviendo a abordar el problema de las anomalías en relación con la misión Juno que comienza su andadura hacia Júpiter.
La sonda Juno se lanzó en 2011 con el objetivo de estudiar y ampliar nuestros conocimientos sobre la atmósfera y la composición de Júpiter. Durante estos dos años su labor ha sido simplemente prepararse para coger velocidad en su largo camino hacia el gran planeta gaseoso. Para ello aprovechó el empujón de la Tierra realizando la semana pasada una de estas maniobras de asistencia gravitatoria.
Los datos recogidos por la ESA en esta ocasión siguen sin ser concluyentes y el misterio de las anomalías en el sobrevuelo de algunas sondas siguen sin tener respuesta.