Un entierro marciano
Posteriormente el cuerpo fue enterrado en una tumba en el cementerio local con una lápida anónima. El oficial del servicio de señales de Estados Unidos, T.J. Weems, considerado una autoridad en astronomía, aseguró que el piloto de la aeronave que sufrió el percance era un habitante del planeta Marte y no sólo eso, sino que el funeral se celebraría al día siguiente.
La localización exacta del recinto no se conoce, muy probablemente por que toda la leyenda, según afirmó la desaparecida historiadora local Etta Pegues, fue inventada por un grupo de hombres que trabajaban en un almacén. Hoy, una placa en el cementerio de este pueblo recuerda la existencia de aquella tumba perdida.
El caso de Shinichi Fujimura
Shinichi Fujimura un japonés que engaño a todos al encontrar sus «descubrimientos».
Todo iba bien… hasta que un día unos periodistas decidieron seguirlo y descubrieron su truco. Para ese tiempo Fujimura era un prestigioso arqueólogo, que había excavado en 180 yacimientos paleolíticos en la isla.
Sin embargo, el 22 de octubre de 2000 a las seis de la mañana unos reporteros del diario Mainichi Shimbun le grabaron mientras plantaba en su yacimiento los fósiles que horas después descubriría. Fujimura no tuvo otra que confesar que había falsificado, según dijo él, sólo parte de los hallazgos, pero pronto reveló su trabajo en 42 yacimientos.
Todo esto tuvo un final trágico, pues aunque exculpó a sus colaboradores, uno de ellos llamado Mitsuo Kagawa, de 78 años, se suicidó tras haber sido considerado cómplice por una revista.
Inmediatamente surgieron preguntas. ¿Cómo no se dio cuenta nadie del engaño? Fujimura llevaba dos décadas cultivando fósiles. Tras este caso, no sólo Fujimura –que ingresó en un hospital psiquiátrico– se ha desacreditado; la comunidad internacional duda ahora de toda la arqueología japonesa y sus métodos.
El hombre de Piltdown
Uno de los más grandes fraudes en la historia de la peleoantropología es precisamente el llamado “hombre de piltdown”, pues éste engaño se mantuvo durante cuarenta y cinco años, desde 1913 hasta 1953, cuando se detectó el fraude.
Todo comenzó cuando se encontraron en Inglaterra en 1912, en Piltdown, un pueblo de Sussex unos restos óseos que consistía en un cráneo parcial, un diente suelto y una mandíbula con dientes. Esa mentira duraría casi medio siglo.
El descubrimiento lo hizo un obrero en una cantera, que posteriormente los entregó al arqueólogo aficionado Charles Dawson, que los presentó junto con el prestigioso paleontólgo Smith Woodward (del Museo Británico) en la Sociedad Geológica de Londres. Sin embargo, por muchos años se mantuvo en debate sobre el origen de estos restos. De hecho la prensa dijo que probablemente se trataba del eslabón perdido y le llamaron Eoanthropus dawsonii. La historia parecía creíble, o quizá así lo quiso creer la comunidad científica y los aceptó sin mayores análisis pues encajaba con lo que ellos buscaban en aquella época.
Al correr el tiempo, comenzaron a surgir más dudas sobre el origen de los restos. Finalmente, el dentista A.T. Marston, determinó que los dientes de ese esqueleto correspondían a un orangután, el diente suelto a un mono y el cráneo a un ser humano. Comenzaron más investigaciones. Los análisis del contenido de flúor de los huesos demostraron que el enterramiento había sido instrusivo, así como el color oscuro de los huesos se debía a un tratamiento químico para uniformar el color de la mandíbula con el cráneo.
Una vez que se dio a conocer el fraude, había una pregunta por contestar: ¿quién había montado semejante fraude y por qué? En un principio algunos atribuyeron el fraude al los descubridores originales, llevando la delantera Dawson, quizá motivado por el hecho de que en las islas británicas no había sido descubierto ningún fósil humano. Sin embargo, el profesor Douglas dejó a su muerte una cinta magnética en la que señalaba que el autor de tal falsificación había sido el archifamoso profesor Sollas, que pretendía con ello desprestigiar a su rival Woodward. Y curiosamente a pesar del fraude, se erigió un monumento honorífico a estos restos en el lugar donde fue encontrado, y de hecho Woodawrd asistió a la inauguración.
Hay otros nombres que figuran entre los posibles defraudadores, por ejemplo, se habla de Arthur Conan Doyle y Teilhard de Chardin. Quizá nunca sepamos la respuesta, pero eso nos recuerda que la verdad siempre sale a la luz.
Espaguetis que crecían en árboles en Suiza
El 1 de abril de 1957, la BBC emitió un programa titulado Panorama, el cual presentaba un enorme cosecha de espaguetis en Suiza. En dicho programa se veía a una familia recogiendo pasta de los árboles de espagueti y colocándolos en cestas, mientras que el presentador del programa, Richard Dembley, por cierto muy respetado, decía: “La cosecha de espagueti aquí en Suiza, no tiene nada que ver con la que se realiza a gran escala en Italia. Muchos de ustedes habrán visto fotos de las vastas plantaciones de espagueti en el Valle del Po. Para los suizos, por el contrario, tiende a ser un asunto más familiar”.
La narración continuaba después en un tono de completa seriedad.
“Otra razón por la que este año podría ser extraordinario está relacionada con la desaparición del gorgojo del espagueti, la diminuta criatura cuyas tropelías han causado tantas preocupaciones en el pasado”.
Para hacelo más creíble, en el estudio había un colaborador que preguntó: ¿por qué, si los espaguetis crecen en los árboles, siempre tienen una longitud determinada?. La respuesta de Dimbley fue simplemente alucinante: “este es el resultado de muchos años del paciente esfuerzo de los cosechadores del pasado, quienes lograron producir el espagueti perfecto”.
Y aparentemente la vida de un granjero no está libre de preocupaciones: “Las dos últimas semanas de marzo son un momento de nervios para los granjeros de espaguetis. Siempre existe la posibilidad de una helada tardía que, aunque no arruine la cosecha completa, generalmente perjudica el sabor y hace que sean más difíciles de vender a un buen precio en los mercados mundiales”.
Finalmente, Dimbleby aseguró a la audiencia que, “para todos aquellos que aman este plato, no hay nada mejor que un buen plato de espaguetis cultivados en casa”.
Como dijimos al principio, la emisión fue un engaño, y se trataba de una broma del día de los inocentes en Inglaterra. Poco después de que finalizara el programa, se comenzaron a recibir cientos de llamadas de los televidentes desconcerrtados, pues querían saber si realmente los espaguetis crecían en los árboles.
Otros preguntaban como podrían plantar su propio árbol. Desde la emisora les decíanque debían “colocar una ramita de espagueti en una lata de salsa de tomate, y esperar lo mejor”. La verdad del montaje no se hizo pública hasta el día siguiente, y Richard Dimbley confesó que la idea se le había ocurrido al acordarse de un profesor que una vez, siendo niño, le dijo: “Eres tan tonto que hasta te creerías que los espaguetis crecen en los árboles“
El Gigante de Cardiff, el mayor engaño antropológico
Corría el año 1869, era octubre 16, cuando se se descubrió en Cardiff, Nueva York, el cuerpo de un gigante de más de tres metros de altura, totalmente petrificado, mientras excavaban un pozo de agua en la granja de William C. “Stub” Newell. La noticia se hizo pública, y en poco tiempo miles de personas acudieron a ver al gigante pagando 50 centavos por persona.
Hubo polémica de si el gigante era un hombre petrificado o si se trataba de una antigua estatua. Hubo quienes llegaron a pensar que era uno de los gigantes mencionados en la Biblia (Génesis 6:4). Pero otros creían que se trataba de una estatua creada por los misioneros jesuitas con el fin de impresionar a los indígenas locales.
¿Cuál era la realidad? Se trataba de un engaño que lo único que perseguía era hacer dinero, y no probar alguna teoría o ideología.
El Gigante de Cardiff fue una creación de un empresario llamado George Hull, de Nueva York. Había conversado con un metodista, que le había hablado de los gigantes que menciona la Biblia, como Hull era ateo, quiso burlarse del metodista y ganar una buena cantidad de dinero, por que planeó el engaño.
Su engaño tuvo un costó de 2600 dólares, incluidos el granjero que descubriría al gigante. Las ganancias fueron grandes, miles de personas acudían a ver al gigante, por lo que terminó vendiendo el gigante por 37,500 dólares a un grupo de empresarios de Syracuse. Fue allí cuando un paleontólogo de Yale estudió al Gigante de Cardiff con detenimiento, y lo declaró un fraude bastante burdo, pues según él, hasta se veían las marcas de los cinceles.
Finalmente Hull confesó el engaño, aún así, las personas seguían visitando al gigante. Incluso el famoso dueño de circos estadounidenses P.T. Barnum, les ofreció a los nuevos dueños 60 mil dólares para pasearlo durante tres meses. Pero fue rechazado, así que hizo su propia copia del Gigante de Cardiff y la paseó de todos modos. Curiosamente éste, tuvo más vistas que el “real”, por lo que los dueños del Gigante de Cardiff demandaron a Barnum. Pero como el gigante no era un genuino gigante, el juez no les prestó atención.
¿Que ha pasado con ese gigante? Todavía hay gente que acude a visitarlo en su hogar permanente en el Farmer’s Museum, en Cooperstown, Nueva York. ¿Y la réplica? Ah, todavía puede verse en el Marvin’s Marvelous Mechanical Museum, en Detroit.
Esqueleto gigante encontrado en la India
La National Geographic todavía recibe preguntas acerca de esta imagen la cual fue publicada por un periódico Indio en apoyo a un artículo que aseguraba que los arqueólogos de la National Geographic habían descubierto los restos de humanos gigantes.
La foto la cual fue creada como una broma para un concurso de edición de fotografía ha estado circulando en sitios de conspiraciones y fenómenos sobrenaturales por varios años.