Cuando las autoridades llegaron a la tumba ya era demasiado tarde. Los saqueadores se habían llevado todo el ajuar funerario –probablemente compuesto por objetos de gran valor y belleza–, e incluso los restos de los cadáveres de quienes habían yacido allí enterrados durante siglos.
Por suerte, la llegada de la policía había impedido que, en un último momento, los ladrones de tumbas se llevaran lo único de valor que quedaba en su interior: unas espectaculares pinturas murales que, según los expertos, ocupan una superficie de unos 80 metros cuadrados.
El lamentable saqueo se produjo en el año 2008 y, cuando los arqueólogos llegaron a la tumba –ubicada a unos 330 kilómetros al sudoeste de Pekín, a las afueras de la ciudad de Shuozhou–, tan sólo pudieron recuperar algunos pequeños fragmentos de diversos objetos, que sirvieron para datar el enterramiento a mediados del siglo VI de nuestra era.
Según Liu Yan, arqueólogo chino que ha participado en el estudio del yacimiento y es autor de un reciente trabajo al respecto que ha publicado la revista ‘Chinese Archaeology’, los saqueadores habían entrado en la tumba en al menos tres ocasiones, y ya tenían todo preparado para arrancar también los hermosos y relativamente bien conservados murales.
Afortunadamente la policía frustró sus intenciones, y los especialistas pudieron comenzar a estudiar la tumba y sus pinturas que, pese a tener unos 1.500 años de antigüedad, se encuentran en un estado de conservación bastante óptimo.
Los murales cubren la mayor parte del enterramiento, y están compuestos por representaciones de distintos temas, entre los que abundan las figuras humanas y animales.
Entre las figuras humanas se encuentran dos personajes (hombre y mujer) que aparecen destacados en la parte más importante de la cámara mortuoria, disfrutando de lo que parece un rico banquete, por lo que los arqueólogos han llegado a la conclusión de que se trata de un retrato de los fallecidos, un importante comandante militar y su esposa.
Ambos aparecen rodeados por otros personajes, entre los que destacan varios músicos que tocan el arpa y otros instrumentos, así como otros hombres que hacen sonar unos cuernos de grandes dimensiones.
Además de los músicos, también aparecen representadas otras figuras femeninas que podrían corresponderse con las damas de compañía de la esposa del militar, así como varios guardianes con espadas desenvainadas y hombres a caballo, figuras que cumplirían la función de proteger a los difuntos en el más allá.
La escena más llamativa, sin embargo, aparece plasmada en la bóveda de la cámara mortuoria, y consiste en una representación del cielo nocturno, en la que se aprecia el llamado “río de plata” –así llamaban los antiguos chinos a la Vía Láctea–, multitud de estrellas, y dos “discos” que representan la Luna y el Sol respectivamente.
Bajo la bóveda celestial, además, los artistas que decoraron la tumba representaron también varios seres sobrenaturales y algunos de los animales del zodiaco chino.
Teniendo en cuenta la datación de la tumba, los arqueólogos creen que el militar allí enterrado fue un importante comandante de la dinastía Qi del Norte, una de las tres que, en aquellos años, se disputaban el control de China.